Hoy, 10 de julio de 2012, hace veinticinco años que su máquina de escribir mató a mi abuelo.
Mi abuelo era un señor muy alto, siempre fumando, vestido de negro y con abundante pelo blanco.
No parecía mi abuelo, parecía un extranjero moviéndose entre la bruma gris del aeropuerto de Casablanca. Solo cuando cerraba la puerta de su despacho volvía la cuatricomía a casa.
Cla, cla, cla, cla,… La máquina no le dejaba descansar. Pero mamá no veía el peligro que yo intuía. Ella, escuchando ese soniquete, se sentía acompañada y tranquila.
⎯¡Padre!... ¡Padre! ⎯lo llamaba desde fuera de la bruma, cuando la máquina se callaba⎯. ¿Está usted bien?
Por las tardes, después de merendar, el abuelo dejaba la máquina de escribir asomada a la ventana, cogía su sombrero de Bogart y salía a tomar el sol. Yo lo espiaba de reojo, sin levantar la cabeza de mis deberes. Él giraba la vista desde el banco de la plazoleta, ese que siempre está a la sombra, y miraba hacia arriba, pero no me veía: tenía sus ojos llenos de teclas brillantes como el bronce. Y ahí, en ese banco cubierto de gris, se fumaba el penúltimo cigarro del día.
El 10 de julio de 1987, la máquina de escribir se quedó muda por la tarde, antes de merendar, y mi abuelo se murió de pena. Yo estaba en la piscina municipal, pero lo supe al entrar en casa: su despacho, abierto de par en par, llenaba toda la casa de bronce y atardecer.
Petra Acero (10/07/2012)
¿Quién llegó primero el huevo o la gallina? ¿Quién se fue primero la máquina de escribir o el abuelo?
ResponderEliminarInma, qué poco emotiva eres. Cómo se nota que estás estresada :)
EliminarUn beso.
Hola Petra....
EliminarJo, no me has entendido
1- Estresada...¡ójala! Desmotivada, que cuesta más
2- Noooo poco emotiva. Los veo como unidad, se fueron juntos....es un enigma milenario para mí, son uno (para mí)
Inma, claro que te he entendido, pero tenía que darte un empujoncito para que volvieras. Lo de desmotivada va por temporadas. Ya hablaremos. Piensa en todo lo bueno que tienes... El trbajo también cambiará.
EliminarUn beso grande.
Como no sé si algo más que meras coincidencias entre la realidad y tu relato, supondré que todo es ficción para decirte que hay silencios que matan, en especial a las almas sensibles. Una historia conmovedora la que publicas hoy.
ResponderEliminarUn abrazo Petra/Amparo
Paloma, eres muy lista: es ficción. Y es lo bueno que tiene la ficción: podemos crear silencios que matan (como bien señalas tú)...
EliminarMuchas gracias.
Un abrazo fuerte.
Hay ausencias que matan. Cosas que se rompen irremediablemente.
ResponderEliminarConmovedor relato, Amparo. Un beso.
Sí, Sara, hay ausencias que están demasiado presentes...
EliminarUn besooo
Pobre... y seguro que sólo era la cinta, que había terminado de girar en un sentido...
ResponderEliminarMuy lindo, Petra, felicidades.
Un beso.
Antes pasaba mucho, y la gente se moría. Por eso ahora, con los ordenadores, la esperanza de vida es mayor (no tienen cinta)... :)
EliminarUn besooo
Petra, me gusta este relato que mezcla cine y literatura, realidad y ficción; que lo convierte en un conjunto interesante donde esa niña es tan protagonista como la máquina de escribir y el abuelo. Y es que hay adicciones y amores que matan mucho más que la misma muerte.
ResponderEliminarUn beso.
Nicolás, ya lo creo. Yo conozco a un adicto al trabajo que todavía no ha venido a casa...
EliminarUn besooo
Uno de los micros más encantadores que he leído en toda mi vida, Petra.
ResponderEliminarPara imprimir y guardarlo como lo que es: un tesoro.
Beso admirado.
Patricia, sin palabras, me has dejado sin palabras.
EliminarMe da lo mismo que seas una exagerada: ¡muchas gracias!
Yo, si que guardaré tu comentario como un tesoro.
Un beso grande.
Preciosa semblanza del abuelo y su máquina de escribir. La voz de la nieta está más que bien conseguida. Bella estampa ese final.
ResponderEliminarAbrazos dobles.
Lola, agradezco enormemente tus comentarios: aprendo de ellos.
EliminarMuchas gracias.
Un besooo
Claro, claro... de pena, si... de un litro de pena que se bebía con cada comida...
ResponderEliminarBesos.
Toro, ¡mira que eres insensible!
EliminarEs que cuando veo ese cuadradito negro por aquí... Digo: ¡Mal asunto! :)
Besosss
Petra, este micro intimista, conmovedor, narrado con un lenguaje trabajado, preciso, tiene un gran poder evocador para el lector. Es imposible que al leerlo no nos retrotraigamos a nuestra propia niñez y a las aficiones de nuestros propios abuelos. Tal como apunta Lola, has logrado una excelente voz narradora.
ResponderEliminar¡Fantástico!
Un abrazo,
Pedro, ya sabes que me encanta leerte y releerte (voy a hacerlo)...
EliminarEres ¿profesor de literatura? ¿Catedrático de lengua? ¿Crítico literario???
¡Cuánto se aprende de ti! (Y esto lo digo muy seria. Aprendo de tus relatos y de tus comentarios).
Un beso muy grande.
Me encanta el elemento a través del cual das forma al personaje : esa máquina de escribir de la que parece que estoy oyendo su incesante repiqueteo.
ResponderEliminarMuy bien ejecutado y si tuviera que etiquetarlo le pondría : "intimista".
Besos Petra.
Ya te he hecho caso, Laura. Para eso se leen los comentarios: para conocer opiniones. Le he puesto "intimista".
EliminarMucgras gracias.
Un besooo
Tu relato Petra, me sedujo desde el título, no imaginaba una maquina de escribir asesina, al leerlo disfruté la trama y ese final muy triste.
ResponderEliminarEl abuelo vivió a su manera.
Excelente relato. Un abrazo.
Hay que respetar la intimidad, los gustos o deseos... aunque algunos no los entendamos o compartamos.
EliminarMuchas gracias, Luis.
Un abrazo fuerte.
Pienso a menudo en los objetos que duran más allá de nuestros destinos.Los vemos en los museos y en todas partes. Son cosas "prestadas" que nunca nos llevaremos.Me gustó tu relato. Un beso Martha
ResponderEliminarYo también pienso en esas cosas... Ahora tenemos demasiadas. Antes parecía más importante lo que nos rodeaba, tenía algo de nosotros mismos. Hoy en día, ¿cuántas cosas vemos en un armario que ni nos acordamos de que las teníamos?
EliminarUn beso grande, Martha.
Muchas gracias por venir.
Emocionante PETRA , siento un nudo en mi garganta,y los recuerdos de un ayer que no olvidarè
ResponderEliminarbesos desde ARGENTINA
Meryross, encantada de tenerte aquí.
EliminarMe alegra muchísimo que te haya traído buenos recuerdos.
Un besooo para allá.
Emotivo, tierno... aunque no conocí a ninguno de mis abuelos, hace un rato he llegado a tener abuelo gracias a tu micro. Hace sentir.
ResponderEliminarLo que si he conocido es una máquina de escribir como la de la fotografía, aprendí con una Underwood como esa (todavía me duelen los dedos...). Como te he dicho ya, un micro que hace sentir. Gracias por escribirlo, "genia".
Un beso
¡No me digas! Mi padre tenía una, pero no nos la dejaba tocar. Decía que eso no era para jugar... y lo entiendo perfectamente: éramos cinco. A mí me encantaba mirarla y ver cómo corrían sus dedos: no podía creer que a esa velocidad supiera lo que escribía; la verdad es que pensaba que era como un piano o un xilófono... ¡para hacer ruido!
EliminarUn besooo (no pierdas ese mechero, vale una fortuna)
Me encantó, Petra. Un relato lleno de ritmo, donde consigues que oigamos esa máquina, veamos ese sombrero de cine negro, espiemos como espía la niña, comprendamos que el color bronce existe sólo desde que ella abrió la casa y descubrió la muerte.
ResponderEliminarMuy, muy bueno.
Un beso.
Cómo me alegra tu comentario. Estimo tu opinión, por si todavía no lo sabías. Y acudir a tus citas, siempre, es un aprendizaje y un placer.
EliminarUn besooo
Me quedo con el eco que todavía tiene que existir de la última palabra que escribió.
ResponderEliminar¿Le permitiría la maquina de escribir escribir su última voluntad?
Besos
Parecía que la máquina era su vida... Así que estaba haciendo lo que más le gustaba, cuando murió. Seguro que fue feliz, y seguro que era su última voluntad lo que estaba haciendo: escribir.
EliminarUn besoo, Henry
Un fantástico homenaje que seguro le gustará, creo que las personas cuando mueren, no se van del todo siempre que alguien las recuerde y tú con el tecleteo de estas bellas palabras le cuentas que no le has olvidado.
ResponderEliminarSaludosss!!
Hay objetos que marcan nuestra vida y cuando no estamos son un recuerdo para los que quedan. A veces doloroso. Me ha gustado mucho Petra.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Perfecto micro que crea una linea a modo de cordón umbilical entre abuelo y máquina de escribir. Por cierto, una joya ese modelo antiguo...
ResponderEliminarMe ha gustado por lo emotivo, por transcribir los sentimientos de la niña y por el claqueteo vivo de las teclas...
Besos!
Estoy con una "conexión de verano" que me tiene casi desconectada de internet, pero no puedo evitar entrar a comentar este micro que me enganchó ya desde la fotografía, tan parecida a la Underwood que conservo de mi padre. Me encanta tu relato, la relación de los niños con los abuelos siempre tiene algo de especial y tú lo reflejas muy bien. También la relación del abuelo con la máquina, pendiente de ella hasta cuando estaba en la calle, hace creíble que se muera con ella.
ResponderEliminarUn abrazo
Preciosa y conmovedora historia sobre este abuelo y su relación con la máquina de escribir. A veces los objetos nos agarran a la vida, en este caso las ganas de escribir.
ResponderEliminarBesitos
GLORIA, ROSA, PALOMA, NIEVES, ELYSA me alegra que hayáis percibido esa unión entre le máquina, el abuelo y la niña. Una relación rara, física, especial, misteriosa...
ResponderEliminarQuería que esa atmósfera agobiante, exagerada, extrema inundara a los personajes, a su relación..
Me he sentido muy cómoda y atraída por esa obsesión escribiéndolo.
Besosss y muchísimas gracias.
Hola Petra, me ha gustado mucho el relato y me ha dado que pensar. Todos los que nos hemos aventurado a escribir consumimos tiempo de nuestra vida y perdemos horas de sueño tecleando en estas maquinas de escribir modernas para contar lo que llevamos dentro. Pero sin duda vale la pena.
ResponderEliminarPor cierto, te felicito por tu blog. Cada vez lo tienes mejor.
Un saludo.