Le entregué el vaso roto. Me miró a la cara:
—¿Has sido tú?
—No, mamá, habrá sido Nacho.
Me salió sin pensar, por costumbre. Mi hermano Nacho tiene dos años. Él todavía no lo sabe, pero es mejor mentir que callar. Además, mamá se enfada menos cuando es Nacho el que rompe algo, lo tengo comprobado. Así que dije que había sido él.
—Elena, sabes que no se debe echar la culpa de nuestros actos a otros.
—¡Claro, mamá!...
—Bueno, lo importante es que has venido a traer el vaso roto. Eso ha estado muy bien, Elena...