Piedra y Acero

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Soy como la PIEDRA: firme y resistente,... pero me deshago en ensoñaciones, y ¡me agrieto por contarlas!, por ayudarlas a escapar, a escurrirse como el ACERO fundido; relatando, en su huida, vidas inventadas y verdaderas mentiras.

23 de noviembre de 2011

Estirpe de Lunas


—Lúa, no llores. La luna es fría. Mantente como ella, te salvará. 
—Quiero estar contigo… y quiero mi pelo. ¡Parezco un cuervo desplumao! 
—¡No mires al suelo! Tu pelo crecerá. —En torno a Lúa, los mechones van formando un nido negro de mal augurio. La abuela lo deshace, con su pie izquierdo, para que no se cierre el círculo—. Siempre estaré contigo: aquí y aquí. —Toca la frente y el pecho de su nieta que, como merengue recién horneado, huele a dulce—. Tienes que durar por las dos. —Y le corta otro mechón de su melena negra. 
—Quiero quedarme contigo, abuela. No se atreverán. Necesitan tus remedios. Te envidian; algunos hasta te temen…

—Lúa, la envidia no es buena consejera. ¡Basta de quejas y charlas!
La abuela se acerca al camastro. Sus hombros huesudos y pecosos sobresalen entre mechas de luna llena. Levanta la manta de oveja sin curtir, y busca entre la paja seca. Lúa aprovecha para inventar formas a la madeja de pelo muerto: ¡un gato dormido! Balancea su pierna, tomando impulso, y desbarata al felino negro de un puntapié. 
—¡Te volverá a crecer, Lúa!... Ahora, ¡escúchame bien! —Se asoma dentro, muy adentro de las jóvenes pupilas (tan grises como las suyas)—. ¡Debes ponerte esta ropa, e ir hacia el sur! Tienes que salir de aquí. ¡Irte lejos! 
—¿¡Ropa de hombre!? 
Se acerca la fiesta del oso. La vieja recuerda que Lúa le había pedido permiso para hablar con Tono durante esa celebración. El chico ayuda en la fragua. Su maestro le deja enderezar los aperos de labranza, mientras él se ocupa de soldar y lustrar encargos nobles. Con engaños de bruja y amor de abuela consigue la ropa del aprendiz de herrero, a cambio de una promesa que nunca cumplirá. 
—No hables con nadie. No te descubras ni para dormir —Cuando su abuela la mira con ojos de acero recién afilado, a Lúa se le hiela el aliento entre los labios, y se traga las palabras. Pero hoy insiste: 
—…Ven tú también, abuela,... Podemos disfrazarnos las dos —Sus lágrimas de plata hueca, no escurren, parecen engarzadas entre las pestañas, sin enternecen a la vieja. 
—Oigas lo que oigas y veas lo que veas, no te pares, no vuelvas aquí. Únete a los titiriteros, mézclate con su grupo: pasada la fiesta, no tardarán en marcharse del pueblo. Recuerda, es mejor durar que arder: vivir que quemarse —Y la despacha sin un abrazo. Todavía no ha llegado a la encina que da sombra a la choza, cuando vuelve a oír el lamento de la madera, pero con más energía que cuando se cerró la puerta. Lúa corre a refugiarse en el flaco abrazo de su abuela. Miradas enturbiadas de luna líquida. 


Entran con antorchas. La levantan del camastro. No quieren que arda dentro de la cabaña: ansían espectáculo. La empujan, la tiran. La segunda vez que tropieza y cae, la llevan a rastras. Llegan a la plaza sedientos de muerte, y borrachos de diversión. La pira de leña y el público, aburridos, esperan cualquier víctima que devorar. Hasta los titiriteros le regalan piruetas de bienvenida. Un clamor de gritos, insultos, risas y escupitajos celebran su entrada. Los párpados hinchados, el polvo y la sangre enrarecen su visión. Intuye, más que ve, un cuerpo de mujer camuflado en ropa de hombre. Lúa tiembla siguiendo el baile rojo. Quemada sin arder, la abuela no rechista. Hoguera enloquecida por una bruja muda: sin lamentos moribundos, la diversión pierde. Las voces cesan. La pasión reclama ardor: el fuego exige arder. “Abuela, yo no me quemaré: duraré por ti. ¡Vete tranquila!”. La bruja sonríe. Lúa, rezumando frialdad, enciende los ánimos del gentío: 
—¡Muere, vieja loca! —Y le lanza la piedra (el canto que venía amasando como ascua encendida), imitando la rabia de sus compañeros. La abuela se derrama en mercurio sobre el fuego. Las llamas desaparecen ahogando el festejo. El griterío se transforma en asombro y desconcierto. La plaza enmudece ante la noche sin luna. 
Lúa cumplirá su promesa, y vivirá muchos, demasiados años. 


—Abuelita, ¿qué pasó con Tono? ¿También vivió eternamente? 
—No, cielo, eligió quemarse. Prefirió arder. Se consumió. Te lo contaré otro día… Pronto. 
—Nacho Arriaza dice que Lúa es un nombre de telenovela. Que la gata de su prima se llama Lúa, y que conoce un chiringuito en Mojácar, donde ponen copas con ese nombre.  
—Lúa es un nombre mágico, muy antiguo, que significa luna. ¿No se lo has contado? —Los ojos de la pequeña reflejan, como cielo encapotado, lo que sus palabras no comentan. 
—Le digo que…, en mi familia, los nachos los comemos con mucho picante. 
—A tí no te gusta el picante —le recuerda la abuela con media sonrisa. 
—Ya, pero Nacho no lo sabe. 
—¡Te gustará, Lúa. Te gustará el picante y el ácido, tanto como el dulce! Cuando naciste supe que eras Luna (no como tu madre). —Se coloca el cuello de su blusa, desechando el recuerdo de tantas hijas, nietas… y Tonos que ardieron.”¡Qué locura elegir el bando de los mortales! Amores…, pasiones…, calor y muerte”—.Tú nunca te dejarás quemar, no arderás: te derramarás. Vivirás por todas nosotras. Estaremos aquí y aquí. —La abuela señala la frente y el pecho de su nieta. Mientras, en la mesilla de noche, los naranjas y rojos de la lamparita evocan una hoguera—. Recuerda, Lúa, siempre es mejor durar que arder. ¡Mantente fría como la luna: te salvará! —Su voz suena firme y convincente, como la de cualquier farsante. 
Sobre el edredón de plumas, una madeja de pelo negro bosteza, evocando soledad, fuego, promesas, soledad, renuncia, fuego, soledad, vida, permanencia, fuego, soledad, soledad… De un manotazo, la bruja aleja al mal presagio. El gato, erizado, salta al suelo.


(Petra Acero. 23/11/2011)

2 comentarios:

  1. Luna lunera cascabelera... el gato escaldado del agua fria huye... Me gustan el clan del oso cavernario y Konan el bárbaro. Pero no le veo sucia, cubierta de pieles y haciendo sonar un gran tambor desdibujada por el resplandor de la hoguera. Más bien la veo limpia, bien vestida, con su tia o su hermana, comiendo algún dulce casero y con música de xilófono de fondo. Bueno, usted es dueña y el acero es como es y no digamos la piedra. Así, que a lo mejor es capaz, insistiendo y tocando un registro, de que no se le resista ni un fa sostenido.
    Desde el último pináculo, mi acero al rayo con mi más fuerte alarido.
    Creo que tendré que ir una temporada a visitar mis predios; pero a la vuelta procuraré visitarla pronto.

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  2. Mariscal, le ha cogido gustillo a esto,¿eh? Aun tendrá que crearse un blog usted...
    Creo que su acero es parecido al mío, tal vez más "rancio" en su caso (por lo del abolengo, ya sabe). Respecto al xilófono, como la esgrima (o cualquier floritura de espada o florete, valga la fácil redundancia) usted la haya practicado más que un simple soldado como yo.
    Y referente a su mención de "sostener", lo que se dice sostener, sostengo poco, más bien "aguanto" lo mínimo: soy intolerante a la lactosa (por algo se empieza).
    No olvide, cuando vuelva de sus predios, pasarse por aquí y deleitarnos con sus ricos y ejemplares comentarios, cual Patronio particular (hace me sienta como un conde, aunque Lucanor no sea mi nombre...)

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