Piedra y Acero

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Soy como la PIEDRA: firme y resistente,... pero me deshago en ensoñaciones, y ¡me agrieto por contarlas!, por ayudarlas a escapar, a escurrirse como el ACERO fundido; relatando, en su huida, vidas inventadas y verdaderas mentiras.

17 de noviembre de 2011

Cualquier novia


“Cuento Kitsch”                                                                                

No es una chica cualquiera en un día cualquiera. Cualquier martes no siente el corazón revolotear como jilguerillo enjaulado. Cualquier catorce de mes, su nacarada sonrisa, no irradia el arcoíris de determinación que hoy embellece su delicado rostro de virgen barroca. Cualquier mañana no se siente como la más deseada de las reinas, entronada sobre su dulce panal de miel y rodeada de un poderoso enjambre de zánganos encelados. Hoy es un día especial. Hoy hará realidad su sueño de hace un año. Como cualquier día, pero hoy más que ninguno, anhela el encuentro con su amado; como el sol busca la noche, y el día difumina la luna irremediablemente: con ansiedad y dulzura, con fuego y ternura.
Lleva más de una semana preparando hasta el mínimo detalle, desbordada de amor y locura. Lleva un año esperando este día. Lleva un día esperando esta hora. Lleva una hora mirando, cada minuto, su bello reloj de pedida.

Ansía el momento sublime de sentir la deseada alianza en su anular; de lucir su hermoso vestido blanco de encaje y blonda; de colocar las flores en perfumado bouquet; de utilizar el cojín marfil de satén adamascado: dulce algodón de azúcar morena; de estrenar el martillo con su lazo de raso rosa: batido de fresas con nata al gusto de su goloso tesoro rubio. Dulzura y romanticismo engarzados en una idílica mezcla donde sedas, bordados y encajes narran un bello cuento de amor. 

Hoy es catorce de febrero, día de los enamorados. El mismo que hace un año festejó en una nube ideal de ensueño y ternura, de risas y carantoñas; una romántica cita henchida de promesas, deseos, planes de boda y luna de miel. Cupido admiraba su obra como mofletudo querubín de mazapán, sonriendo embelesado ante la acaramelada estampa de los enamorados, y San Valentín, usando las mágicas flechas como palos, le retaba a unos hoyos en cercanas nubes de merengue y nata: "Con esta pareja, nuestro trabajo ya ha terminado", comentaban alejándose entre rebaños de esponjosos cirros y cúmulos. 

Nerviosa, desesperada por el encuentro, se cambia de ropa dentro del coche, junto a la monumental puerta oxidada, de hierro forjado y escudo dorado. Con paso lento, ceremonioso, respirando un aire definitivo de romance, sus tacones de aguja van marcando el ritmo de su decisión. Pocos metros le separan de su amor, de su dulce carbón de azúcar, su tesoro, su locura. Los charcos, natillas de chocolate, no desvían sus pasos decididos, conoce el camino a ciegas. Dos veces se engancha, el velo, en vistosos centros de crisantemos, casi naturales, con transparentes gotitas de rocío como diminutas perlas engarzadas. Con su almidonado vestido de princesa, mojado y teñido de un tono dulce de leche, alcanza la ansiada meta. El corazón le rebota como en una cama elástica, tratando de escapar de su pecho firme y volcánico; las sienes le bullen, revoltosas burbujitas calientes que explotan produciéndole cosquillas dolorosas; las piernas, flanes demasiado delgados, tiemblan aguantando peligrosamente su peso, y los dedos le bailan enloquecidos al compás de alguna música que su mente, enferma de deseo, no reconoce. Como enigmática sacerdotisa, con su ofrenda vital, coloca el coqueto ramo de novia a los pies del amado, bajo la deslumbrante sombra del monolito, permanente narrador de su historia de amor. Se sienta, el cojín sobre la familia Rodrigálvarez le aísla del frío y la humedad del granito. Reina muerta de tanto amar busca, desesperada, en cada celda de su colmena, colmada de amarga hiel de oro líquido, sellar su unión eterna. Ojos como luciérnagas brillando en una dirección. Boca entreabierta, rosa virgen de jugosos pétalos, yerma y abandonada. Manos delicadas sujetando el reluciente martillo con firmeza y encanto especial: golpea y golpea, resquebraja y rompe… descargando toda la fuerza de su enclaustrada soledad. Bella y pura como cualquier novia, en cualquier ceremonia nupcial, troceando su engalanada tarta de boda entre aplausos y flashes. Momento sublime concebido para la eternidad.


(Petra Acero. 17/11/2011)


2 comentarios:

  1. Es dificil que algo empalagoso resulte duro.
    Me ha gustado tu ejercicio.

    Saludos.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias.
      Me resultaba complicado, un reto, crear un cuento kitsch. Algo ñoño, cursi y no risible.

      Saludos

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