Piedra y Acero

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Soy como la PIEDRA: firme y resistente,... pero me deshago en ensoñaciones, y ¡me agrieto por contarlas!, por ayudarlas a escapar, a escurrirse como el ACERO fundido; relatando, en su huida, vidas inventadas y verdaderas mentiras.

18 de junio de 2013

Una foto/un micro (8)


—¡Mapirosas, mami! ¡Mapirosas! 
—¡Ma-ri-po-sas! 
El pequeño aplaudía y aplaudía... Lo que debió de animar a la pareja de lepidópteros, pues se entretuvieron revoloteando entre nosotros, rozando mi libro una y otra vez, como aviones de reconocimiento tuneados para llamar la atención: ¡todo un despropósito! 
El codazo me molestó. Carraspeé y miré de reojo la torpeza de la madre. Me pareció que revolvía la sillita como si hubiera perdido al niño. 
—Ma-ri-so-pas —repetía el pequeño— ¡Marisopasss! 
—¡Señora, tenga cuidado!... ¡Que no está sola en el banco! —me quejé girándome hacia ella. 
En ese momento, malcolocó una visera sobre la cabeza pelirroja de su hijo, pidió disculpas al aire y se agarró a su bastón metálico. 
—Mariposas, cielo. ¡Ma-ri-po-sas! —continuó su enseñanza maternal. Yo cerré el libro.

Petra Acero (11/06/2013)


Hoy en Microrrelatos al por Mayor, uno de los blogs de Luisa Hurtado, disfrutando de las hermosas mariposas que José Luis Rafael inmortalizó en esta fotografía...


6 comentarios:

  1. Allí que he dejado mi comentario, en el espacio de Luisa y que sepas que me encantan estas "realidades ficcionadas" porque las veo muchas veces desde mi ventana. ;)

    Un besote Petra.

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  2. Está bien que este micro esté aquí, por mucho que te agradezco (que lo agradezco y mucho) que la hayas dejado en PFD.
    Gracias

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  3. Un micro reflejando una tierna imagen, su madre, su hijo y las mariposas revoloteando.
    Abrazos azulados :)

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  4. Gracias por dejar volar estas mariposas Amparo.

    Besos desde el aire

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  5. No sé si tiene mucho que ver pero leer el micro e inmediatamente acordarme de una excursión a una ciudad medieval en la montaña, bonita y recoleta en el sur de Italia.
    No se permitía subir en coches particulares, así que si querías verla tenías que subir en un autobús con un "guía".
    En la ciudad solo era tráfico peatonal. Nada de coches, ni bicis, ni motos. Las rampas hacia arriba y hacia abajo, eran para personas menos jóvenes que nosotros, de retirada.
    Se subió al bus una persona inválida con su silla de ruedas. Pero la mujer no comentó antes ni durante que no llevaba acompañante. Cuando lo dijo amenazó con poner un pleito por discriminación a toda la empresa, gritos (de ella), exigencia de derechos y el buen conductor, porque se callara o no metiera el pleito que le iba a costar el empleo, la empezó a empujar.
    Tenía una prótesis en la cadera (el conductor) con lo que al poco tuvo que parar. Como no podíamos separarnos (aquello era el mayor laberinto de calles concéntricas que he visto), otro, yo, otro, yo, otro, yo fuimos turnándonos con (ya no inválida) la "gorda egoísta esta". En ocasiones, hasta 5 tuvimos que retener o empujar la silla de lo escarpada que era la pendiente. No dio las gracias y no dejó de arengarnos como si fuéramos ganado.
    No vi la ciudad, nadie la vimos, íbamos empapados de sudor, también de lluvia pues se puso a llover y el grupo se había convertido en una protesta viviente contra la gente inválida que pretende hacer, con todo su derecho, lo mismo que los demás pero que lo hace a costa de los demás.

    Perdona, Petra, tu historia floral y lírica nada tiene que ver con mi historia, pero me vino a la cabeza sin más.

    Un abrazo.

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  6. Me ha gustado leer tu micro Petra, después de cierto tiempo alejada de las lecturas de vuestros blogs, retomar los buenos hábitos así es una delicia.
    Un abrazo

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