Piedra y Acero

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Soy como la PIEDRA: firme y resistente,... pero me deshago en ensoñaciones, y ¡me agrieto por contarlas!, por ayudarlas a escapar, a escurrirse como el ACERO fundido; relatando, en su huida, vidas inventadas y verdaderas mentiras.

27 de diciembre de 2011

Una navidad terrible


Tiene los días contados. Lo sabe. Aspira el humo del cigarrillo con deseo y esperanza. Es lo último que se pierde, ¿no? “Cada cual tiene lo que se merece”. ¡Qué gilipollez! Le cae ceniza sobre el pijama, sopla sin urgencia, tomando aire; sin nervios, como lo haría un hombre. Un hombre al que no le importase que su mejor pijama pareciera un colador. Las motas grises vuelan acobardadas: en la primera arruga se refugian indolentes. Otro desastre. ¿Qué más le puede pasar?
¡Cinco días! Ni una semana y lo sabrán... Tenía que reunir fuerzas, contarlo, ser valiente. Había sucedido tan rápido que no recordaba cuándo sintió el primer síntoma. Le explotó como una rebelión, como surgen las revoluciones: tambaleando el presente y, sobre todo, el futuro. Se asomaría al abismo familiar… ¿Y después?


Asustada no es el adjetivo, tampoco lo busca. Siente una emoción nueva, grata, innombrable. Mejor no pensar. Intenta centrarse en la película. Aunque para ello tenga que tragarse veinte minutos de anuncios navideños, cada diez de peli. Así lleva la mitad de la noche: entre brindis ajenos y burbujas de cava, perfumes, turrones, bombones con papel dorado… ¡Todo dorado! ¡Una espiral dorada, interminable!… Hasta dentro de cinco días en que todo se esfumará con la navidad. 
Mira los restos grises de ceniza, tristes esqueletos pulverizados de anteriores cigarrillos: placeres solitarios, individuales, enfermizos. Esconde el cenicero, y su tufo a incineración, debajo de la cama de matrimonio; donde mañana lo olvidará hasta pasadas las fiestas. Apaga el televisor. En la penumbra, con la persiana subida, la farola proyecta un óvalo naranja, casi dorado, y sonríe por primera vez. 

Cuando bajó del coche vio a su hermano, a su padre y a dos de sus sobrinos. Estaban probando las luces de la encina, en la entrada del jardín dormido. El abeto artificial estaría en el salón, como todos los años.
—¿¡Vienes sola!? —Sorprendido, su padre, mira el interior del coche vacío. 
—¡Hola, chicos! —Besa a los niños que se han acercado, corriendo. 
—Tía Sandra, tía Sandra… esta noche viene Papá Noel! 
—Hija, ¿y Víctor? ¿Llegará más tarde? ¿Tiene trabajo? —insiste su padre, antes de saludarla. 
—Nuri, Félix ¿hay más luces dentro? ¿Quién me ayuda a llevar estos paquetes a la abuela? 
Abraza a su hermano y besa a su padre, que rígido no entiende el silencio de su hija pequeña. Sandra le susurra, entre beso y beso, sin mirarle a los ojos: —Luego, papá. 

Empieza la cuenta atrás. ¿Cómo decir algo tan…? ¿Qué pasará después? Necesita más tiempo. El que no tiene. Respira hondo. Les contará la verdad. La deben conocer cuanto antes. La aceptarán. No pueden fallarle en un momento tan difícil y raro. Está hecha un flan. ¡Va a ser terrible, peor de lo que pensaba! 

Estaban todos, excepto Víctor, claro. Noche Buena y Navidad. Luego cada uno podía elegir quedarse o celebrar las fiestas restantes por su cuenta. Pero esos dos días eran sagrados. Así había sido desde que Sandra recordaba, y seguro que antes también. A partir de este año, quizá eso también cambiaría. 

En la cocina, la fiesta llevaba un buen rato. Aunque en el resto de la casa se formaban corrillos según conversaciones, gustos, secretos o juegos, era al calor y olor de guisos y postres, donde más trajín y alboroto había. Sandra se sumó a las risas de su madre y sus hermanas; que entre saludos, bromas y cotilleos no echaron de menos a Víctor. 
—Sandra, ¿qué pasa con tu marido? ¿Por qué no ha venido? 
Cuando la preocupación de su padre enfrió el burbujeo de la cocina, todas miraron a Sandra, calladas, descolocadas cada una en su sitio: un escaparate de maniquíes. La varita mágica que les devolvería la animación bailaba entre los dedos nervios de Sandra. No quería hacerles sufrir. Y la noticia les iba a cambiar la vida. 

Todo empezó a primeros de octubre, el día que la llamaron del hospital. El accidente de tráfico fue muy aparatoso, tardaron casi una hora en sacar a Víctor del interior del todoterreno. Los bomberos hablaban con él, pero no lograban verlo. Había quedado atrapado entre el amasijo de hierros y cristales: estrafalaria caja fuerte, difícil de destripar. Cuando Sandra llegó al hospital, Marta, la doctora Aguirre, le puso al corriente del estado de su marido. Inexplicablemente solo tenía un traumatismo a la altura del tobillo (no muy alto, la verdad): un esguince en el talón, como cuando das un mal paso.
A Sandra le pareció increíble la reacción que sintió en cadena, a lo largo de todo su cuerpo. Marta, la pelirroja doctora Aguirre, le revolucionó hasta la más mínima célula.
El historial médico de Alejandro resultó desinflado, casi vergonzoso. No obstante, el paciente permaneció unos días en observación; durante los cuales, Sandra no se "despegó" de su lado.
Las diminutas pecas naranjas iluminaban conversaciones, comidas, paseos por el largo pasillo…; incluso en los momentos que ambas acompañaban a Alejandro, la habitación se llenaba de luz naranja. El color preferido de Sandra. Siempre había sido así: el naranja le devolvía el optimismo, le recargaba las pilas, le llenaba ese vacío… Se descubrió como la niña que fue. Leyendo, imaginando, soñando. Pero, ahora, la princesa no mordía la manzana, no perdía el zapato, no se pinchaba con la rueca, ni comía perdices con el príncipe: ahora, la princesa, seguía el rastro naranja que tanto deseaba. Ahora, Sandra sabe cómo llenar ese vacío, ese hueco: Marta, la doctora Aguirre, con su melena y piel naranja. Ahora, Sandra ya no puede volver con Víctor. 

—Mamá, papá… Víctor… se ha ido de casa… 
—¡Dios mío! —le acaricia la voz del padre. 
—…No pasa nada. Tampoco es el fin del mundo… ¡Ven! ¿Cómo estás, cielo? —La madre, antes de abrazarla, se limpia las manos en el delantal, en lugar de coger el paño que cuelga, como siempre, de la puerta del horno. 
La cocina se pone en acción. Las maniquíes toman vida. Sandra realiza otro movimiento de varita: 
—Papá… he invitado a una amiga a pasar estos días con nosotros. 

Marta, arropada por su familia, piensa que no ha sido tan duro ni terrible contar la verdad...

(Petra Acero. 24/12/2011)

7 comentarios:

  1. Monte Orbea, un cuento de Navidad: atípico, pero de Navidad. Seas quien seas. Lo he colgado por tí. ¡FELICES FIESTAS! ¡FELIZ NAVIDAD EN FAMILIA!

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  2. Este es uno de esos relatos que en algún momento del texto hay un "click!" en tu mente y cambia totalmente el sentido de lo que estás leyendo. Por eso inquietante el "giro de perspectiva"(siempre que se haya pillado, recomendable leer varias veces). Eso no es fáil de conseguir

    Feliz navidad y que este blog traiga más relatos de la señorita Petra!

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  3. Bueno venga, ya que hoy es el día que es, "Santos Inocentes", te desvelaré el sentido de cada pista hasta conducirte a mi identidad.
    Ahora comprobarás como cada pista tenía su porqué.
    1ª.- "Nos conocemos" (lógico, si no sería imposible el juego).
    2ª.- "Veo un arbol...................." (el arbol se refería a -genealógico- y si decía que era el más bonito daba por hecho que pertenecía a él. Secándose alguna rama, concretamente la de Petra y la de Monte Orbea.
    3ª.- "Altura buena para mi sexo,..... incluso algún día concreto más altura....." (esa fecha se refería a Semana Santa y su correspondiente vestimenta de capuchino).
    4ª.- "Argot taurino......." (no hay quinto malo).
    Por lo tanto mi nombre es:¿?

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  4. ...¡MONTE ORBEA! Ya lo sabía: eres MONTE ORBEA. Y me encanta que sigas mi blog. Un abrazoooo

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  5. Cada día están las cosas peor por mis predios, si bien he de decir que estos tampoco son gran cosa. Ya de vuelta (a casa por Navidad) he de recordarle la seriedad de la responsabilidad de lo bien hecho bien parece y me refiero, en concreto, a la necesidad de respetar las concordancias; ya que aunque usted sean "un nervio", los dedos siempre serán nerviosos, si es que deben serlo, claro.
    Creo, señorita, que va mejorando usted mucho. Siga deleitándonos con esta clase de relato y tan bien escrito; porque espero que no sea flor de un día, aunque sea de pascua.
    Hoy, desde mi torreón veo una estrella grande, brillante,muy grande, muy brillante. No se cuánto, quizá muy poco, durará su fulgor, pero se que hoy disfrutaré de la noche.

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  6. Mariscal, ¡qué gusto volver a tenerlo entre nosotros! Leer sus escritos: reflexiones y comentarios. Espero, como ya le pedí en el relato de "Epifanía demoledora", no nos abandone por otros feudos. Don Melanio, siga "malacostumbrándonos" con sus enseñanzas, su lirismo y emociones durante el año nuevo. FELIZ 2012, mariscal.

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  7. ¡Cuántos recuerdos...! Me ha encantado. Son amigas que no ser olvidan.

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