Piedra y Acero

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Soy como la PIEDRA: firme y resistente,... pero me deshago en ensoñaciones, y ¡me agrieto por contarlas!, por ayudarlas a escapar, a escurrirse como el ACERO fundido; relatando, en su huida, vidas inventadas y verdaderas mentiras.

26 de marzo de 2012

Midas, Cristina y Jorge


Cada vez me cuesta más apoyar la pata. ¡Me gusta que me acaricies, Cris!... Te reconocería con los ojos cerrados: hueles a ti, sabes dulce, a premio… Aunque hoy estás distinta. Tienes la voz rara: más vieja. Estás húmeda, salada. Parece que hayas estado escarbando la tierra. ¿O hay tormenta? En el garaje con olores a… “punto limpio” (no lo digo yo, no te enfades conmigo, es cosa de Jorge), me resulta más difícil prever la lluvia.

Ya me siento, ya... ¿Y la galleta? Has dicho “Sit, sit…” y me he sentado a la primera, bueno a la tercera vuelta… ¡No me mires así! ¿He hecho algo mal?... Es un acto reflejo: segrego saliva, aunque no me hayas dado mi galleta…. Se te está mojando la cara, Cris. No me gusta cuando echas agua por los ojos. Si no te secas aullaré y retumbará el garaje, y te enfadarás como un dobermann, y me asustaré, y... Tienes la mano fría. ¿Así mejor? Un lametazo a tiempo soluciona muchas cosas. Lo tendrías que probar... Espera, no te muevas… ¡Esto te alegrará!… ¿Dónde la habré escondido?... Aquí está: mi pelota. ¡Toma! Sé que te gusta jugar con ella. ¡Lánzala, Cris. La iré a buscar, si a ti te divierte…! ¿Qué te pasa? ¿No la quieres?... Así, muy bien: ¡tírala¡… ¡La tengo, ya la tengo!... ¿Dónde vas? ¿Jugamos al escondite, ahora? Cristina, no corras: “Sit, sit…” No puedo seguirte. ¡Esta maldita pata!... ¡Quédate! No me cierres la puerta. ¡Cristina! ¿Estoy castigado? ¿Es domingo y viene la marquesa?... ¡¡Cris!!

Por culpa de la marquesa tengo que pasar las mañanas de los domingos en el garaje, oliendo hierros, cartones y plásticos… Lo único que no huelo es el coche: no cabe. Aquí dentro, nada es verde ni tierno para mordisquear, arrancar o mear sin salpicarme.
Fue un mal entendido, como le explicó Cristina. Yo quería ser sociable, demostrarle, a la estirada, que la aceptaba en nuestra manada. Y ¡vaya susto me dio! Traía pintada su perpetua sonrisa de domingo, sin gracia ni ternura… Esa mueca exagerada y falsa que le desvela, a Jorge, cada estiramiento de piel. Los labios le abultan más que su nariz nueva. Jorge lo comenta conmigo, porque Cristina no quiere oír ni una palabra sobre las operaciones de su madre.
¡Qué grito salió entre las dos salchichas inertes! (así llama Jorge a la boca de la marquesa). Pensaría que estoy sordo: “¡Mis Medias! ¡Mis Medias!” ⎯gritaba, sacudiendo las manos como si le quemaran⎯. En cuanto me apoyé en su pierna se puso a gritar. Tuve que bajarme rápidamente, casi no me dio tiempo a saludarla. Vaya metedura de pata, la suya. Midas, me llamo Midas… no Medias. La madre de Cris me cae como a Jorge: “Como una patada en los huevos, Midas”. Por eso le ladro y le gruño. Y por eso me meten en el garaje cuando viene ella, los domingos a comer... Aunque el último día, se asomó al garaje y no me quitaba ojo. Yo estaba tratando de desenredar el viejo felpudo, y me pilló por sorpresa. Lo tenía encima, sujeto entre los dientes y las tres patas buenas. Debí darle mala impresión (la verdad es que se me estaba resistiendo). Pensaría que la batalla la ganaba el felpudo porque la marquesa, sin mover sus labios, dijos: “¡Pobre! Tampoco le deseo nada malo al animal”.

¡¡Jorge!! ¡Ya sabía que no podía ser domingo! ¿Dónde vamos? ¡Voy a por mi correa! El garaje me pone melancólico, tío, ¡ni te lo imaginas! ¿Vamos al coche? ¡Los tres, al coche! ¡Bien, bien! Ahora, prefiero el coche. Cada vez me cuesta más pasear. ¿No? ¿Por qué, no? ¿En la jaula? Es muy pequeña. No puedo estirar la cabeza y me mareo. Parece una jaula de teckel, sabueso, cocker, caniche, schnauzer enano… ¡Vale! Me callo y entro al trasportín. ¡Llámalo como quieras! Pero, sigo pensando que eso es una jaula de perro pequeño. 

¿Por qué venimos otra vez aquí? No, no voy a entrar en esta casa. No me gusta cómo huele. ¡Volvamos a la nuestra! ¿Por qué no ha venido Cristina? Ella no me traería aquí. ¡Sí, sí tiro de la correa, digas lo que digas! Tendrás que meterme a rastras. Voy a montar un espectáculo, Jorge. ¿Dónde están los caballos, los gatos… y los otros perros? Los huelo. Me pongo a la defensiva, pero no aparecen, ninguno se asoma, y eso me mosquea. Con mi pata encogida, la tensión es mayor: el enemigo se envalentona.
Las batas blancas me acarician, me engañan y me acorralan. Huelen a señora de la limpieza. En cuanto Jorge se descuide, seguro que me torearán con el trapo del polvo o me achucharán la aspiradora. 
¡Oh, oh!… Esto no me gusta. ¡Jorge! ¡No les dejes que me sujeten!... ¿Qué me pasa? Se me cierran los ojos y no quiero dormir. Me ha dolido ¿A ti también? Echas agua por los ojos. Jorge, ¡te… defenderé! Les voy a gruñir,… para que no se te acerquen... 

(Petra Acero. 26/03/2012)

10 comentarios:

  1. ¡Hola, Petra!

    Acabo de leer los dos relatos sobre Midas. Ambos me producen tristeza y me han hecho recordar algunas cosas..., pero te felicito por eso mismo, por conseguir despertar sentimientos con tus palabras. Por otro lado, ha sido una buena idea dar también la visión de Midas, porque es verdad que al leer el primer texto nos gustaría saber qué pasaba por su cabeza.

    Tendrás que compensarnos con un relato más alegre, ¿eh?

    ¡Un abrazo!

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    1. Hola, Chica de ayer!!!

      Me alegra "verte" por aquí.
      Sí es bueno contar con diferentes puntos de vista... De lo contrario pensamos que tenemos todo controlado, que nuestro prisma es el único: el verdadero. ¡La verdad, la verdad!
      Bueno, que para el próximo más alegre, claro que sí.

      ¡Un abrazo para ti!

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  2. Querida Petra,
    No has podido evita escribir la versión perruna, tan empática que hasta en una perspectiva animal te metes,jeje.
    Es curioso y me ha gustado, porque es fácil de leer, no he tenido ningún quebradero de cabeza.

    un saludo!

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    1. Me alegra que te haya resultado creíble escuchar a un perro,... y que te haya gustado.
      Eso era lo que pretendía. El punto de vista del animal, en este caso.
      Creo que nuestros perros hacen más cosas por nosotros, de las que pensamos...

      Saludos, Vaquero del antifaz.

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    2. Petra, chatita, qué perra eres, ya me gustaría acariciarte sin eutanasiarte

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  3. Hola, Anónimo.
    ¡Te estaba esperando!
    Espero que ese comentario tan original quiera decir que te ha gustado el relato, y que seguirás por aquí durante mucho tiempo.
    Estoy encantada de tenerte en mi blog...
    Para la siguiente vez, ¿cómo se te puede llamar además de Anónimo?

    Un saludo

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    1. Mientras no pase a otra situación me puedes llamar el "Plat-ónico", reflejándote a través de otros/as e incluso de perros, espero alimentar el plat-onismo.....mientras.
      Enhorabuena, besos, Plat-ónico

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  4. Pues bienvenido, Plat-ónico.
    Estaré esperando tus visitas y tus comentarios, en los diferentes relatos,... que imagino serán muy "educativos", para mí y el resto de lectores.

    Re-saludos.

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  5. Qué ternura desprende el relato!Es muy duro, pero consigues que se sienta admiración por el "animal". A veces , efectivamente, son más inteligentes que las personas. Y sobre todo más desprendidos, dan cariño incondicional.
    Quiero pensar, que en realidad, no tienen esa capacidad de razonamiento y que actúan más por instintos. Pero ya me haces dudar!

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    1. Si el relato ha servido para que sientas "algo", ya ha funcionado. Y si además ha sido ternura hacia el "animal" mejor todavía.

      Saludos, Gallinita.
      Ya te echaba de menos.

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