A la cola, como todo el mundo. Entre lágrimas miro su cola peluda,
blancuzca, esa cola que no deja de menear. Lo único que ahora se mueve en casa.
¡No pares! ¡No pares! Y que suba el gruñón del tercero. Que suba, ¡ya!
Papá sigue inconsciente o
muerto. Berta, mamá, Adrián y yo miramos al chucho raro de mamá. Ese perrazo
albino que golpea el parqué con su cola agradecida, adiestrada. Ahí está,
sentado, esperando su recompensa: el premio por no ladrar, por no ensuciar, por
no romper nada, por no gruñir..., por no morder ni atacar a esos desconocidos
con caretas.
Sus labios perfilados se contraen para dejar escapar un
silbido corto,
como aquella cafetera, los domingos, en casa de sus abuelos. Entonces, Alex se
encogía esperando alguna explosión, pero sacaban pastas y el silbido se
apagaba. Ahora no hay pasteles ni mantecados, solo reproches. Alejandro se
agacha a recoger su equipaje. Desde el piso de arriba, ella le desprecia con
sus gritos de silicona.
En el garaje, junto a la
piscina, se queda el todoterreno y el deportivo. La grava del jardín murmura
adioses de jacuzzi, de fiestas, de golf, de viajes, de amigos e hijos: todo lo
que ella aportó al matrimonio.
—Antes de que vuelva papá tenemos que ahogarlas.
—¿Lloraremos?
—Si no las arañas, no.
Pablo me mira desde arriba,
sabe mucho de estas cosas. Luego entra en la cocina como un bruto: ¡zas, zas y
zas!, imitando a papá por las noches, cuando mami, llorando, se suena la nariz y
termina de preparar la cena.
No quiero que mamá llore
nunca más: extiendo la mano. Pablo me da una, él lleva dos.
—Son como mofetas. No la aprietes —me avisa.
Caminamos despacio por el
pasillo, abro la puerta y levanto la tapa, las cebollas nos salpican, pero
Pablo tira de la cadena como un valiente.
4- LOS JUEGOS DE PAPÁ
A ver si consigue así que papá no haga más el indio y se comporte como antes.
Ayer cenó con la servilleta colgada de una oreja, hasta que ella se la quitó. Fue
muy divertido, pero no nos reímos. Hoy, con el cuchillo del pan ha matado a la barra
y nos la ha brindado a los cuatro, ¡como un torero! Yo le he aplaudido. Mamá,
muy seria, se lo ha llevado castigado a la cocina. A ella no le gusta que se juegue
en la mesa: ¡es de mala educación! Antes del accidente, papá era muy aburrido .
5-VARITA INTELIGENTE
Lleva horas durmiendo en su cunita
como un ángel sin
alas. ¡Ni falta que le harán!... Su hija podrá volar como cualquier niña. Él
transigirá (es un padre moderno). La pequeña no va a necesitar la vieja varita
mágica de su madre y su abuela… ¡Ella tendrá un smartphone!
Amparo Martínez Alonso (Petra Acero)
ME PRESENTO
Resultaba una niña muy graciosa con mi lengua de trapo. De
pequeña me trababa al hablar (ahora también), y no paraba de inventarme o
desconfigurar palabras (ahora también). La necesidad de hacerme entender se
convirtió en un jeugo, en una vidersión. Buscaba paceridos, asosaciones, y
dijugaba (dibujaba mucho). Tartando de disimular mi dislexia, dislalia,
disfasia, o cualquier “dis” relacionado con el lenguaje, fui desarrollando mi
creavitidad.
Así que estudié Publicidad (y Magisterio, para no romper la
tradición familiar). Como seguía siendo graciosa y creativa (además de sacar
matrícula de honor… A lo peor solo fue por esto,… con los mayores nunca se
sabe), me llamaron de una Agencia de Publicidad y luego de otra. Expuse mis
lienzos y dibujos, y gané algunos premios (dos en publicidad iberoamericana de
salud y farmacia: ASPID), y planté dos abetos, tres lilos y un laurel, y el año
pasado abrí un blog (y estoy encantada): puedo contar historias. Aunque, a
veces, la realidad se escurre y se me enreda, creando verdaderas mentiras...
Escribiendo me siento libre, invencible, nueva, firme,
maleable: ¡Piedra y Acero!