Fotografía publicada en PFD. Blog de Luisa Hurtado
Me inquietan las alfombras de hojas secas. De puntillas, camino
en volandas, sin respirar... Cuando alcanzo el suelo firme me giro despacio:
ningún bicho aplastado ni monstruo descontento cerrando sus fauces. ¡Todo sigue
igual! Respiro. Como dibujo animado camino por el mundo real.
Cada otoño, el
campo se arrebuja bajo un nuevo manto de hojas secas.
¿Nunca has pensado qué nos quiere ocultar?
Petra Acero
(13/02/2013)
Para mi las hojas estaban para jugar o enterrarse en ellas; pero ahora... con tus palabras, todo resulta un poco más inquietante. La verdad.
ResponderEliminarUn beso, Luisa
Sí, el suelo.
ResponderEliminarEs agradable sin embargo esa sensación almohadillada al pisarlas.
besos.
Creo que el mundo real es como tu relato. Un abrazo.
A nuestros políticos. ¿Puede ser?
ResponderEliminarSaludos
Quizás nos oculte algo que todxs ocultamos. Algún color al que aún no sepamos nombrar... quién sabe...
ResponderEliminarYo también, cuando las piso, tengo la sensación de estar matando hojas (para mí es mentira que por estar amarillas tienen que estar muertas, tal vez un poco viejitas, pero nada más :-)
ResponderEliminarPetra, Luisa: besos a pares.
Petra:
ResponderEliminarLamentablemente, ya no puedo caminar. Pero, recuerdo la última vez que anduve sobre un colchón de hojas secas: retornó un aroma que parecía olvidado, típico de ellas, junto a una evocación de mi niñez lejana.
Un gran abrazo.
Los recuerdos de la infancia, muchas veces van unidos o se disparan por evocaciones olfativas. Sensaciones que creemos olvidadas, y que de repente, tras un aroma, nos fluyen como venidas de ayer mismo.
EliminarUn abrazo, Arturo.
Viaje a la infancia...o no tan infancia.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Un abrazo.
Amparo es muy bonito lo que has escrito, nunca me lo había planteado porque desde que era niña, me gustaba meterme entre las hojas y hacerme una manta con ellas, ¡era una delicia ir apilándolas con cuidadito y arroparme con ellas, me gustan las hojas secas, me gustan mucho!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Todavía recuerdo el miedo que me daban, no podía pisarlas sin sentir que el corazón se me iba a salir del pecho. Siempre pensaba que algún bicho o monstruo saldría de dentro de ellas. Cuando somos niños vemos el mundo con demasiado miedo, es una pena que no conservemos un poco para cuando somos mayores. Muy bueno tu relato Petra, me has llevado a la infancia.
ResponderEliminarUn biquiño guapa
Dependiendo del lugar, la situación, las hojas pasan a ser tétricas o fantásticas. El color ocre las hace especiales sobretodo cuando añadimos al miedo, suspense.... pero comparto la idea con Luisa me dan ganas de retozar en ellas.
ResponderEliminarUn saludo.