Abre la cartera mientras recita su habitual monólogo: “¡Qué duros estos destierros, en que el alma está metida!” (silencio). “¡Ay, qué larga es esta vida!” (silencio, luego apenas un murmullo)… “Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero”.
Saca la fotografía que le acompaña en estos viajes y le echa un último vistazo. En ella aparecen siete niños puestos en fila.
—No abras los ojos —retumba el eco aflautado en su memoria judía.
—Saúl, ¿nos van a matar? —le pregunta Raquel.
—No, tonta. Mamá dice que solo matan a los viejos —repite, desde hace más de cincuenta años, a su hermana muerta.
Luego seis disparos y risas.
Hans von Barlech no quiere olvidar todavía: “Esta cárcel, estos hierros… Que muero porque no morí con ellos.”
Hans von Barlech voló ayer a Méjico. Mañana, después de disparar sobre el último nazi que mató a seis niños judíos, regresará a España, a sus estudios de teología, y… volverá a llamarse Saúl.
Amparo Martínez Alonso
Mi aportación para Esta noche te cuento
(V Centenario del nacimiento de Sta. Teresa).
En este enlace podéis leer este y el resto de relatos.
Qué bueno señorita Acero.
ResponderEliminarSuerte y abrazos.
Muchas gracias, Miguel. Encantada de tenerte por aquí.
EliminarUn abrazo
Muy buen texto Petra; agridulce, como casi todos los que nos llegan de esa triste etapa de la humanidad...
ResponderEliminarSuerte en el concurso.
Gracias, Alfonso. Aunque la Ley del Talión ya no esté vigente... lo estuvo. Diente por diente, muerte por muerte. Pero alguien, en algún momento, debe de cortar la cadena...
ResponderEliminarUn abrazooo
Muy bueno Petra Acero. En cuanto al comentario de dicha ley lamentablemente gente que vive en este momento pero en otro estadío cultural, pongamos tipo Edad Media, me temo que no entiendan otro lenguage. Qué hacemos con eses bárbaros del E.I.?, no hai otra solución que la guerra que no es más que una versión de la ley de Talión. Bicos, Xaque... sí soy yo Antonio.
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